Los maravillosos viernes
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Los maravillosos viernes


Por lo general, los viernes para mí son días maravillosos. Me recuerdan que disfrutar la vida es fácil, o al menos, más fácil que los lunes o los jueves. Los viernes son días en que es sencillo habitar la piel del cuerpo, usar sonrisas y reconocer que me gusta la ropa extravagante, la comida bien sazonada, el vino pesado y las reuniones con muchos comensales.


No sé, tal vez sea porque a mí me tocó nacer en viernes y mis células lo saben. Quizá sea que mis neuronas se empiezan a acomodar para el fin de semana y se van desconectando un poco del trajín cotidiano. Entonces, me pongo en modo de decir tonterías y de morirme de risa por boberías. Pero, la materia gris no se desconecta del todo, se queda alerta lo suficiente para entender bromas y aceptar buenos chistes.





Me gusta despertarme los viernes, con esa prisa de todos los días, sabiendo que tendré la recompensa del sábado y el domingo. Entre mis inquietudes y mis obsesiones, los viernes van ocupando su lugar como si fueran ovejas que van regresando a su redil en forma mansa y pacífica. Los viernes amo la vida y me siento amada por la existencia.


Las mañanas de los viernes son más vivas y más felices. Es un juego que tenemos la vida y yo. Claro que hay veces que no tenemos ganas de participar y entonces algo se nubla, se pone gris o áspero y de amarga el gusto. Son pocas las ocasiones en que no queremos jugar, por lo general, le echamos ganas y nos ponemos en ese modo en que disfrutamos las horas y nos fascina que los segundos se deslicen. Las cervezas tienen mejor sabor, el tequila hace mejores migas con la garganta, lo agrito se convierte en dulcecito. Es una delicia.


Lo que pasa es que los viernes hay una especie de botón del volúmen que sube la intensidad de la vida: si alguien me hace enojar en estos días gloriosos pueden suceder varias cosas. O, me da igual y lo dejo pasar o sálvese quien pueda porque saldrán truenos y centellas.


Los viernes la vida y yo tenemos un pacto de reciprocidad: ella me trata bien y yo agradezco el buen trato. Son días magníficos en los que el aire abraza y el sol da de besos. En una de esas, los viernes son los días en los que Dios se asoma a ver lo que estoy pensando.


Photo by cottonbro on pexels.com




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