16 de agosto: el día que cruzaron el umbral Robert, Elvis y Aretha
- Gerardo Ortega

- 16 ago
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 16 ago

Hay fechas que parecen cargadas de un magnetismo inexplicable, marcadas en el calendario como si obedecieran a un plan secreto. El 16 de agosto es una de ellas. Ese día, separados por décadas, murieron tres figuras centrales de la música popular del siglo XX: Robert Johnson en 1938, Elvis Presley en 1977 y Aretha Franklin en 2018. El “rey del blues”, el “rey del rock” y la “reina del soul” partieron en la misma jornada del año, como si una fuerza invisible los hubiera convocado.
El caso no es menor. Los tres artistas definieron géneros y dejaron huellas imborrables en la historia cultural de Occidente. Pero más allá de su talento, los une algo más inquietante: el eco de leyendas, rumores de pactos, advertencias y símbolos que, vistos en retrospectiva, parecen configurar un mapa de coincidencias demasiado exacto para ser accidental.
Robert Johnson: la primera llamada
Robert Johnson murió el 16 de agosto de 1938 en Greenwood, Misisipi. Su leyenda es inseparable del mito: el guitarrista que, según la tradición oral, se encontró en un cruce de caminos con el diablo y vendió su alma para tocar como nadie. Las circunstancias de su muerte siguen envueltas en misterio: envenenamiento, celos, venganza. Nada se comprobó del todo. Tenía apenas 27 años, inaugurando así un patrón fatal que décadas después se conocería como el “Club de los 27”.
Lo cierto es que Johnson dejó apenas 29 canciones grabadas, pero entre ellas hay pistas que han alimentado la sospecha. En “Me and the Devil Blues” canta:
“Early this mornin’, when you knocked upon my door, / And I said ‘Hello, Satan, I believe it’s time to go.’”(“Temprano esta mañana, cuando tocaste a mi puerta, / Le dije ‘Hola, Satanás, creo que es hora de irnos.’”)
Esta letra es una de las referencias más directas a la figura del diablo en su obra, y ha alimentado el mito del pacto que lo acompañó tras su muerte.
Elvis Presley: el heredero
Casi cuatro décadas más tarde, otro 16 de agosto volvió a teñirse de luto. Elvis Presley fue encontrado muerto en Graceland, su mansión en Memphis, en 1977. Para millones, el “rey del rock” se convirtió ese día en un mito.
Pero los paralelismos con Johnson han generado dudas: ambos murieron en el sur profundo de Estados Unidos, ambos rodeados de rumores oscuros. En torno a Elvis se multiplicaron las teorías: exceso de medicamentos, conspiraciones ligadas al FBI, incluso testimonios de quienes aseguraban que fingió su muerte.
Además, existen testimonios de personas cercanas a Elvis que afirmaban que estaba obsesionado con la idea de “predestinación” y de fuerzas invisibles que moldean el destino de los artistas. Su retiro de los escenarios y la intensidad de su último año de vida son interpretados por algunos como un presagio, como si una fuerza mayor hubiera señalado un límite.
La narrativa de Elvis se entrelaza con rumores y teorías: supuestas notas desaparecidas, mensajes cifrados en entrevistas y la idea de que ciertos sucesos alrededor de su muerte nunca se documentaron completamente. Todo ello contribuye a un halo de misterio que persiste décadas después, manteniendo viva la sospecha de que no todo en su fallecimiento fue fortuito.
Aretha Franklin: la reina llamada al mismo umbral
En 2018, el ciclo se repitió. Aretha Franklin, “la reina del soul”, murió en Detroit un 16 de agosto, exactamente 41 años después de Elvis. El calendario volvía a marcar su sello en tinta negra.
Su muerte, producto de un cáncer diagnosticado años antes, parecía estar lejos de los enigmas de Johnson o Presley. Pero en la memoria colectiva, la coincidencia despertó preguntas. Franklin había comenzado su carrera en la iglesia, como cantante de góspel, y muchas veces habló de la espiritualidad como guía en su vida. En una entrevista de 1999 declaró:
“Dios me dio la voz, pero a veces siento que también me la presta para algo que aún no comprendo”.
Hoy, esas palabras suenan a presagio.
Tres nombres, una misma fecha
¿Qué une realmente a Johnson, Presley y Franklin? Algunos investigadores de la cultura popular apuntan a lo simbólico: Johnson, el origen; Presley, la expansión; Franklin, la consolidación de una voz social en la música. Tres coronas, tres tronos distintos, arrebatados en un mismo día.
En círculos más conspirativos, se habla de una “llamada”: el 16 de agosto sería un umbral, una fecha de tránsito para quienes portan un título de realeza musical. Johnson como el primero en abrir la puerta, Presley como el príncipe dorado, Franklin como la soberana absoluta. Y no se trata solo de que compartan el mismo 16, sino de que sus fallecimientos parecen alinearse en ciclos de casi cuarenta años, como si un patrón invisible marcara el destino de los grandes íconos de la música.
Hay incluso quienes señalan que el 16 de agosto es la fecha del “Festival de San Roque” en Europa, patrono contra epidemias y plagas, lo que vincula la jornada a ritos de purificación y sacrificio. Un dato que alimenta aún más la imaginación de quienes buscan significados ocultos.
La sombra del misterio
Las preguntas persisten. ¿Es simple azar que tres de los más grandes íconos de la música murieran el mismo día del calendario? ¿O es un código, un recordatorio de que incluso los reyes y reinas de la cultura responden a fuerzas que trascienden su voluntad?
Lo que queda es una fecha marcada a fuego en la historia de la música. Cada 16 de agosto, mientras el mundo recuerda a Robert Johnson, Elvis Presley y Aretha Franklin, se activa la sospecha de que el calendario guarda secretos. Un susurro que se repite en discos, grabaciones y memorias:
“Los reyes no mueren… son llamados.”
-Gerardo Ortega

.png)



Comentarios